Lo gótico me llegó por el romanticismo. El término estaba presente en los recién descubiertos cuentos y novelas clásicas sobre monstruos y vampiros, hace muchos años ya, durante los inicios de mis estudios universitarios. Después me fui adentrando en la literatura gótica propiamente dicha, que de buenas a primeras me resultó lenta, acostumbrada a la acción de Frankestein y la sangre de Drácula. Hay un motivo para que el gótico esté a la sombra de un gran movimiento cultural e histórico como el romanticismo y es que hasta hace muy poco lo gótico no gozaba del merecimiento de objeto de estudio por su carácter marginal. Como diría el profesor de literatura inglesa y estudioso del tema Fred Botting, «lo gótico es una estética negativa».

La literatura gótica nace en pleno siglo de las luces, la razón, y la lógica, y pone sobre la mesa ansiedades, excesos, y oscuridad. En un momento histórico en el que se valora las bondades que emergen del conocimiento, la literatura gótica nos trae situaciones criminales con personajes nada virtuosos. Los escenarios son castillos, a ratos ruinosos y en ocasiones prisiones de almas inocentes. En lugar de la lógica prevalece la fantasía, el misterio, la monstruosidad. En resumen, nada útil para la mentalidad razonada y utilitaria del siglo dieciocho, menos útil en el siglo diecinueve al unirse a la estela de monstruos que produjo el romanticismo y carente de importancia frente a los valores que trajo el modernismo. Lo gótico era un tema marginal hasta en la propia academia.
De un tiempo acá (aproximadamente desde mediados de los años 90 del siglo pasado) lo gótico se ha puesto de moda y se ha convertido en un campo de estudio al alza. Los motivos que podrían haber cambiado la perspectiva que se tenía del género y sus manifestaciones incluyen el que fuera un género de masas en el pasado, tal como lo es hoy, en un mundo globalizado en el que nos movemos, es urgente saber cómo afecta a las masas un lenguaje utilizado para manifestar ansiedades que, en origen, solo afectaban a la sociedad victoriana. De esta manera, lo gótico traspasa lo exclusivamente literario, y el género, para explicarnos un poco como somos.
¿Qué es gótico, qué no lo es? ¿Está dando demasiado de sí el concepto? ¿Se está diluyendo en tantos espacios que está perdiendo su carácter? Son preguntas que rondan las mentes de los estudiosos del tema. Según Botting «La forma de los futuros monstruos, sin embargo, sigue siendo difusa».
A continuación, os dejo unas pinceladas del movimiento desde sus inicios hasta la actualidad. Puede llegar a ser sorprendente hasta donde este monstruo extiende sus tentáculos.
El gótico de los inicios: transgresión, exceso y monstruosidad
El primer escritor que utilizó la palabra gótico en su obra fue Horace Walpole, en Londres, allá por 1764. El subtítulo de la novela leía «una historia gótica», seguramente por la oscuridad que entraña los referentes que suscita el concepto: lo barbárico, las tribus que ayudaron a que un imperio como Roma cayera, su relación con lo medieval. El castillo de Otranto narra las peripecias de un rey atormentado por la muerte de su único descendiente varón y por una oscura profecía que amenaza con cumplirse en su castillo. Sin embargo, la escritora que asienta el estilo es Ann Radcliffe con sus novelas Los misterios de Udolfo y El italiano, entre otras muchas. Las novelas góticas por lo general tratan de un malvado y una dama en apuros, se desarrolla en castillos, ruinas y celdas. Las descripciones juegan un papel importante al preparar los efectos sobre los personajes y sobre el lector y la lectora. Hay fantasmas o espíritus y monstruos que alteran la vida normal de sus personajes, o peor aún se proyectan como un pasado que persiste en el presente y trae ansiedades. Estas ansiedades y otras emociones siempre son excesivas y transgresoras para la mentalidad de la época.

Terror y horror. En su ensayo De lo sobrenatural en la poesía (publicado de manera póstuma en 1826) Radcliffe hace una distinción entre el terror y el horror como sensaciones provocadas en un texto gótico: «El terror y el horror son tan opuestos entre sí que el primero expande el alma y despierta las facultades dormidas hacia las esferas más altas de la existencia; el otro, la contrae, la congela y la aniquila por completo». En otras palabras, el terror es la anticipación del sentimiento intenso y el horror es el resultado que nos paraliza.
La literatura romántica: criatura salvaje
La obscuridad de los parajes se traslada a la obscuridad del alma: el malvado ahora es víctima también, como Frankestein, de Mary Shelley. En ese ámbito psicológico se dan obras que exploran lo más íntimo de la psique humana como la narrativa de Edgar Allan Poe (La caída de la casa Usher, Ligeia y Berenice).
A los castillos encantados se le suman las casas embrujadas con sus respectivos fantasmas, pero los avances en la ciencia contribuyen a un cambio de paradigma y los fantasmas ya no parten de lo fantástico sino de la capacidad de hipnosis, como lo muestra La casa y el cerebro, de Edward Bulwer-Lytton.
Los entornos salvajes son en sí mismos escenarios góticos, como los páramos de Cumbres Borrascosas. También en los espacios de una América recién descubierta pero que arrastra las ansiedades puritanas de sus colonizadores y juzga con absoluto horror las prácticas de brujería, así como las faltas a una moralidad estricta, como en La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne.
Crisis de fin de siglo: Se conforman las ciudades que son espacios de nuevos miedos y ansiedades. Se empiezan a ver nuevas tecnologías que serían definitorias en el nuevo siglo.
Los vampiros, pese a ser extrañas criaturas que continúan viviendo en países lejanos, ahora viajan a la ciudad, se integran en su bullicio y aprenden lenguas extranjeras. Incluso son víctimas de un amor que les consume. Nuevamente, el malvado se convierte en víctima en Drácula de Bram Stoker.
El crimen entra también en la ficción gótica en forma de misterio policíaco con El perro de los Baskervilles, de Sir Arthur Conan Doyle.
Los avances científicos permiten que por medio de mezclas químicas una persona se convierta en un demonio, como ocurre en Dr. Jekyll & Mr. Hyde, de Robert Louis Steveson.
Un narciso oscuro que desafía la muerte aparece en la figura de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Los crímenes que comete son convenientemente ocultados en un cuadro que se degrada en lugar del malvado.
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El gótico moderno: las ansiedades de las nuevas tecnologías
«Todo lo que es sólido se derrite en la pantalla»: esta afirmación de profesor Botting ilustra magistralmente la trascendencia del discurso gótico a comienzos del nuevo siglo. Si hasta ahora todas las expresiones eran expuestas a través de la palabra, la imagen en movimiento que trajo el cine vino a presentar nuevas sensaciones. Producciones como Nosferatu (1922), Dr. Jekyll & Mr. Hyde (1920) presentan por primera vez a vampiros y monstruos en una pantalla con imagen móvil. Por otro lado Metrópolis (1926) de Fritz Lang presenta los miedos y ansiedades de esta nueva sociedad de ciudades divididas en las fábricas con la clase trabajadora y la clase que ostenta el poder con sus luces y aparatos tecnológicos.
La obscuridad se encuentra también en el choque de civilizaciones, como ocurre en El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad plasmó un poco de su propia experiencia, horrorizado de lo que el hombre blanco hacía en África. Aquí el gótico juega en el campo del imperialismo y el racismo.
El fantasma de mansión ha mutado de ser un simple espectro que aterroriza a convertirse en una sombra omnipresente que sigue dirigiendo los destinos de los habitantes de una casa y de los que se allegan a ella, como ocurre en Rebecca, de Daphne Du Maurier.
Para H.P. Lovecraft, los miedos vienen de antiguos ritos y mitologías, como lo muestra en El horror de Dunwich y La llamada de Cthulhu.
El no muerto es entendido más allá del vampiro, tal como lo expone W.B. Seabrook en La isla mágica y como lo popularizan las películas de George Romero, mostrando un no muerto ya evolucionado: ha nacido el zombi.
Para Kafka, las nuevas tecnologías en los nuevos sistemas de comunicación producen una alienación, una preocupación que mostró en su Correspondencia. Quizás por ello Gregorio Samsa terminó convirtiéndose en un insecto al que nadie entendía en La metamorfosis.
Shirley Jackson narra los terrores de la vida doméstica en La maldición de Hill House y en Siempre hemos vivido en el castillo.
Se introduce el asesino en serie como monstruo moderno, tal como lo atestigua Robert Bloch en su novela Psycho, dada a conocer desde la gran pantalla con la adaptación de Alfred Hichtcock.
El gótico postmoderno y la actualidad
Comienzos de 1970 es la fecha en la que buena parte de los estudiosos apuntan como cambio de paradigma en la sociedad: ha llegado el postmodernismo, con su escepticismo por bandera. En este movimiento que, a grandes rasgos cuestiona los frutos de los logros alcanzados por el modernismo, enmarcamos la nueva visión de lo gótico.
Ya no es una estética marginal. Al contrario, es un lenguaje que mezcla sus diferentes etapas pasadas para crear variadas expresiones: se convierte en un producto cultural que habla desde distintos medios. El pastiche del que habla Botting conjugará los modelos extensamente conocidos (vampiros, fantasmas, casas encantadas, etc.) con motivaciones más actuales como la globalización y el consumismo, el mundo virtual, las amenazas espaciales, la crisis climática, y las pandemias.

La experiencia colonizadora es tratada en lenguaje gótico donde prevalecen los fantasmas del pasado para aterrar los personajes del presente. Así ocurre con Beloved, de Toni Morrison.
Las nuevas ansiedades y especulaciones generadas por el acceso al internet a escala mundial son interpretadas desde la ciencia ficción. El ciberespacio es un ambiente gótico, tal como lo relata William Gibson en su novela Neuromante.
En El vampiro Lestat de Anne Rice, su protagonista se convierte en un ídolo de masas, mostrando un poco de esa visión globalizadora y consumista en la que vivimos.
Las tramas múltiples de La casa de las hojas de Mark Z. Danielewski nos hacen pensar en que algo de terror sí que hay en los múltiples lenguajes en los que estamos inmersos.

Si a comienzos de siglo la estética había saltado a la pantalla, ahora se mueve por más espacios: como estética de moda, en videojuegos, comics y en la pequeña pantalla. Así descubrimos que lo gótico y lo terrorífico está a un paso de la comedia: series como Los Munsters y Los Adams nos dan cuenta de ello. La pequeña pantalla también produce obras memorables: Twin Peaks marca un antes y un después de cómo eran las series televisivas hasta ese momento en una historia con tintes surrealistas que mezcla el crimen con el horror, y que introduce la mitología de la chica muerta de la que se servirán todas las series del género posteriores. Buffy the Vampire Slayer (Buffy Cazavampiros), una serie inteligente de adolescentes que a través del pastiche de motivos góticos tradicionales pone sobre la mesa problemas reales como enfrentar la muerte, los debates de género y el proceso de madurar. Six Feet Under (A dos metros bajo tierra), por otra parte, cuenta la industria funeraria de Estados Unidos desde la óptica del pequeño negocio liderado por los Fisher, una familia disfuncional. Los memorables créditos iniciales así como los inicios de cada capítulo nos insertan en un diálogo muy cercano con la muerte. Lo gótico es cosa de andar por casa, pero no deja de ser un reto.
La pantalla grande sigue liderando grandes historias con estéticas mixtas que reproducen miedos y ansiedades actuales: Alien con el recelo de lo que puede existir ahí fuera en el espacio y lo que pueda hacernos, Terminator con la posibilidad (muy de actualidad estos días con la revolución de la inteligencia artificial) de un futuro apocalíptico liderado por las máquinas, en la misma sintonía que Blade Runner, la versión cinematográfica del clásico de ciencia ficción de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Lo que sigue (resumen y conclusiones)
En palabras de Sara Perry, autora de La serpiente de Essex «el gótico no es un género: no se puede inventar a partir de una lista de motivos. Es una sensación, como el hambre o el deseo; y, como hambre o deseo, te puede ser difícil de describir, pero lo sabrás cuando lo sientas». Se podría decir que es una definición muy válida para lo que es gótico hoy día.
Lo gótico ha superado géneros y lenguajes performativos, lo encontramos en un cuento de fantasmas, sí, pero también en una película apocalíptica sobre un futuro dominado por las máquinas. Ese pastiche del que habla Fred Botting es un fantasma permea diferentes discursos e intenciones y como un monstruo extiende sus tentáculos hasta espacios difícilmente contemplados en el pasado. El gótico de hoy nada tiene que ver con lo que planteó Ann Radcliffe a través de sus historias en el siglo dieciocho, ni los monstruos tienen la misma intención que aquellos del fin del siglo diecinueve y principios del veinte. Atrás quedaron las preocupaciones de la sociedad victoriana para navegar en las ansiedades de un mundo globalizado y sobre estimulado al que le cuesta ser conmovido, ya no solo con la palabra, sino con la imagen. Nuestros monstruos son otros, así como nuestras historias de terror, pero resulta relevante que después de poco más de dos siglos y demasiados cambios sigamos manejando ese lenguaje y nombrando nuestras ansiedades con sus adjetivos.
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Referencias:
Gothic, Fred Botting, Routledge, 2014.
Future Horror (the Redundancy of Gothic), Fred Botting, Gothic Studies, December 1999.
Gothic Studies Past, Present and Future, Jerrold E. Hogle, Gothic Studies, August 1999.
Gothic Studies in Contemporary Culture (Introduction), Catherine Spooner, Gothic Studies, May 2007.
Explained: How Twin Peaks Changed Television, Tyler Bunton, Movieweb, Jan 17, 2022.
The Rise of Buffy Studies, Katharine Schwab, The Atlantic, October 1, 2015.
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Me encanta el artículo; a medida que lo leía, me venían a la mente las obras y las imágenes de cuando estudiaba el Romanticismo (Friedrich, Millais, Leighton, Constable, Turner, Blake, la última etapa de Goya...) y las primeras versiones cinematográficas de Nosferatu.
Sí, estoy contigo en que «lo gótico» es una expresión artística y literaria muy prolífica que se ha diluido en otras corrientes predominantes desde el siglo XVIII hasta ahora.
¡Me encanta que te encante, Cristina! Sí, el Romanticismo tomó mucho del gótico y ha evolucionado en cantidad de expresiones. Siempre sorprenden sus caminos. Y los artistas que mencionas son maravillosos. Me fascinan Goya, Turner y Blake.