Shakespeare se me apareció en vacaciones
Como un fantasma más que como un santo, aunque propiedades tiene.
Dicen que para encontrar algo tienes que dejar de buscarlo. Por experiencia sé que eso, a veces, funciona con la escritura. El tema es que no estaba buscando ideas para escribir, al menos no conscientemente, porque estuve trabajando todo el verano en un proyecto que me acaparó más ancho de banda cerebral del que hubiese querido. Estaba fundida, y pese a que mi deseo fue dejar algo listo para la vuelta, no tuve tiempo material para hacerlo. En cierto punto, dejé de preocuparme por la entrega en la que no iba a trabajar, porque las vacaciones son para desconectar y no para seguir trabajando.
Entonces allí estaba, dando vueltas por la playa cuando ocurrió. Shakespeare se me apareció y me dijo que hablara de su trabajo. Se me antojó locura porque si no había margen para una columna meditada, ¿qué iba a hacer yo escribiendo nada más y nada menos que de Shakespeare a golpe de sprint?
— No. ¡Qué dices! ¿Cómo voy a hacer algo así?
— ¡Anda! Como si nos conociéramos de ayer. Cualquiera diría que no tienes nada que decir de un viejo amigo.
El debate no se alargó mucho más, pero iba y venía. Insistía. Hace poco hablaba con una suscriptora de la revelación que me supuso Hamlet con 15 o 16 años. Las lecturas cambian con los años y las etapas. Shakespeare me sigue fascinando.
Muchos estudiosos están de acuerdo en que Shakespeare trazó un precedente que determinó de manera decisiva el destino de la literatura gótica a poco menos de doscientos años antes de su estreno, que nada hubiera sido igual para El castillo de Otranto y sus herederos sin Hamlet, Macbeth o Romeo y Julieta.
Por mencionar algunas características, ciertas historias del Bardo se desarrollan en castillos medievales (¿les suena?), algunos de sus personajes tienen un perfil psicológico con tendencia a la melancolía y en ciertos casos, la locura (como Hamlet, el rey Lear y Macbeth), hay un coqueteo directo con la muerte (Ofelia que se suicida, Hamlet que habla con el cráneo de un amigo muerto, las catacumbas en Romeo y Julieta y lo que allí sucede), y proliferan las brujas y los fantasmas, que si bien es cierto que el mundo antiguo y medieval está lleno de brujas y fantasmas, no tienen ese tratamiento oscuro que les dio Shakespeare.
Yo no sabía (ni hubiera entendido) nada de estos academicismos en la biblioteca del cole en mi pueblo, con Hamlet en las manos, pero lo que me hizo sentir se alineaba mucho con mi entonces temprana forma de ver el mundo. El enamoramiento continúa.
Entonces decidí que sí, en efecto, le dedicaré una (de momento) columna a mi viejo amigo, pero no será en septiembre. Los viejos amigos se merecen todo el tiempo del mundo.
Recuerdos:
Un poema que le dediqué hace un tiempo al Bardo. Les comparto:
El poema está contenido en Cadáver de bailarina Corpse Ballerina. Si quieres echarle un vistazo al resto del poemario puedes conseguirlo aquí.
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