El cine tiene algo de poesía. No como la poesía clásica de los tomos de la biblioteca o la de los autores contemporáneos de las librerías. No como la de los “Poetry Slams” o la que se publica diariamente en las redes sociales, pero sí que tiene algo. La poesía trabaja con la elaboración de imágenes que evocan otras imágenes y sensaciones. El cine hace lo mismo, aunque con otras herramientas. Este recurso siempre presente algunos lo utilizan y otros lo llevan a extremos difíciles de alcanzar, como es el caso de David Lynch. Para él, el cine
no son solo palabras o música—es toda una serie de elementos que juntos hacen algo que no existía previamente. Es contar historias. Es crear un mundo, una experiencia que la gente no puede tener a menos que vea esa película.
David decía que no siempre era muy bueno con las palabras. Su poesía dependía de otras herramientas: diálogos, música, efectos de sonido y otros muchos en los que se apoyaba para que en el montaje final consiguiera el resultado deseado.
De oficio, pintor
David se encontró con la pintura en su barrio cuando era un adolescente. El padre de su amigo era pintor y se quedó impresionado con el medio expresivo, por lo que experimentó extensamente hasta que terminó en la Academia de las Artes de Pensilvania. La pintura también tiene esa capacidad de evocar, al igual que la poesía.
Lo de que David se decantara por el cine fue uno de esos eventos intrascendentes a simple vista que, sin embargo, hacen clic en la mente siempre alerta de un creador. Mientras pintaba un cuadro en una de las salas de la academia «sintió» que en su cuadro se colaba el aire y movía las hojas de las plantas que estaba pintando, escuchó el sonido que producía. Pensó que estaría bien que su cuadro «se moviera y tuviera sonido». Así empezó a experimentar con cortometrajes, estando ya instalado en su imaginario la expresión a través de la pintura y su poder evocador (que usó junto con otros recursos igualmente provechosos como los encuadres, las paletas de colores, etc.).
Poesía móvil y recíproca
La poesía, al igual que la pintura, tiene una economía de medios limitada (el primero en palabras, el segundo en recursos plásticos). Con esto quiero decir que no es como la narrativa que, pese a tener la misma capacidad de evocar imágenes, dispone de una extensión amplia que permite elaborar y entrelazar esas imágenes con conceptos e historias, en resumen, algo más grande. Además, tienen la capacidad de llevarte de la mano como espectador.
Estos recursos limitados son lanzados al lector y al espectador respectivamente para que la historia no solo sea leída, sino que sea construida. Es un intercambio creativo, una especie de pie (prompt) para que la otra parte también contribuya. Es una invitación abierta a jugar.
A David le gustaba jugar. Como artista sabía que hay mil maneras de contar una historia, y como artista plástico entendía que una de las maneras es la sugerencia que evoca una imagen. A propósito de esa sugerencia, la situación expuesta queda siempre sujeta a interpretaciones, incluso puede no quedar resuelta del todo. Dependiendo del nivel de abstracción, puede quedar oscura, como un acertijo imposible de resolver. En cualquier caso, la experiencia que propone con el espectador es muy íntima. Al igual que cuando lees poesía, te invita a jugar y a construir ese relato que contado de manera lineal dejaría al espectador solo en ese nivel (el de espectador), llevándole de la mano y dándole una respuesta única (y en determinados casos racional) a todo. Cuando se lee y escribe poesía el juego es muy parecido.

Su poesía oscura
Para muchos, resulta difícil reconciliar el trabajo con el artista, y creo que es por la idea errónea de que, al igual que un escritor escribe sobre lo que sabe, un cineasta crea sobre lo que sabe, sobre lo que tiene experiencia. No estoy de acuerdo con ninguna de las premisas.
De lo que sabemos de su vida no podemos reseñar eventos traumáticos, de violencia o extremo sufrimiento. Todo lo contrario, llevaba meditando desde 1973 y proclamando las bondades de meditar todos los días, incluso creó su propia fundación para la difusión de esta técnica milenaria. Su infancia fue una bastante tradicional dentro de su época. Hacía cine y música, tuvo familia, poco más. Podríamos decir que llevó una vida bastante tranquila. Entonces, ¿por qué estos personajes tan atormentados, estas situaciones tan extremas y de horror?
En su libro dice que como persona de su tiempo retrata situaciones de su tiempo, y que en el mundo hay mucha oscuridad, en cosas cotidianas. A esto yo le añadiría la curiosidad. Los artistas siempre tenemos curiosidad y si desconocemos algo que nos interesa buscamos la manera de encontrar la información. Por eso no escribimos (o hacemos películas) sobre lo que conocemos, sino sobre lo que nos llama poderosamente la atención.
A David le llamaba la atención los viajes a mundos alternativos, extremos buena parte de las veces, la oscuridad de los seres humanos, el mundo espiritual y de ese cocktail salían los resultados salvajes que nos regaló. Lo que hacía era experimentar con el cine cosas que de otra manera nunca hubiera podido.
Pero también debo decir (después de haber visto el documental de su vida) que tenía una inclinación natural hacia ese lenguaje oscuro y siniestro, una inquietud que le acompañó desde muy joven. Entonces no solo captaba con más intensidad ese lado oscuro del mundo, sino que lo convirtió en un lenguaje propio, con su sello personal.
Su poesía oscura, significado 2
En el segundo significado me refiero a esa cualidad, molesta para muchos, de no concretar, de dejar en ámbito subjetivo, de no aportar finales tradicionales o de crear un collage de situaciones en las que, al parecer, solamente él sabe cuál es el pegamento que las une. Sobre esto reitero el uso deliberado de la poesía. Quizás no era muy bueno con las palabras, pero con su cooperativa de colaboradores creó una poesía muy elaborada en lenguaje de cine.
Todas las producciones de Lynch han provocado en mí el efecto inmediato de buscar el qué pasó, el análisis, la opinión de gente que seguramente sabe más de su creación que yo.
¿Y sabes qué? No pasa nada.
Agradezco vivir en un momento en el que la cooperación desinteresada de tantas personas en internet abre nuevas vías de información. No lo veo en nada atípico, quizás porque es lo que llevo haciendo buena parte de mi vida: cuando estaba en la universidad, si no entendía un texto, hacía lo mismo: buscaba información. Como traductora lo de buscar información y contexto es un gesto automático: lo hago sin pensar. Como profesora y mentora no hago otra cosa que investigar cuáles pueden ser los mejores recursos para mis estudiantes.
Al punto que quiero llegar es que no hay que entenderlo todo al momento, ni hay que entenderlo todo en general. No todo tiene explicación. A veces la explicación y el entendimiento va por un camino muy distinto de lo que crea el artista. Los artistas crean y luego el mundo puede entender o no entender, le puede gustar o no gustar. Lo que como espectador o lector debe quedar es si disfrutas la experiencia, si decides participar en el juego. Lo demás es secundario.
Montaje final
No sé qué tiene la muerte que sacude. Es lo más natural y lo más esperado, y aun así cuesta. La muerte da la perspectiva y la distancia de la obra acabada, la que ya no admite modificaciones. Quizás por ello ese sacudimiento (de lo definitivo).
Tampoco es que la poesía de David Lynch me haya acompañado durante mucho tiempo: lo conocí hace dos o tres años, pero qué años. Desde entonces no he parado de indagar en su obra. En ese corto tiempo me ha transformado como artista y ha transformado mi forma de ver la creatividad. Encontré familiaridades en su modo y el mío de captar y traducir las ideas: me hizo sentir como en casa. Ya era mayorcito y cargaba con las consecuencias de vivir, pero era genial tenerle ahí, saber que en cualquier momento nos iba a sorprender con algo. La mayor parte de mis modelos han dejado de contar en los registros de este mundo.
A estas alturas se han dicho muchas cosas, de todo tipo. Por mi parte, quería reseñar que hay otras maneras de hacer y leer poesía,
(incluso con la certeza ineludible de que hoy casi no se lee poesía)
y es una suerte que las haya.
Recursos:
David Lynch: The Art Life, Rick Barnes, Jon Nguyen, Olivia Neergaard-Holm, 2016, Documental, Duck Diver Films.
Catching the Big Fish: Meditation, Consciousness and Creativity, David Lynch, TarcherPerigee Press, 2007.
—>Atrapa el pez dorado: meditación, conciencia y creatividad, Reservoir Books, 2014.
Una de David:
Es muy grato en contarme con tu gran forma de escribir y analizar, gracias por pasar por mi Substack, creo que seré un lector recurrente de tu escritos. 😀
Ah, además tu artículo me pareció súper interesante.