Cuando llegó ella, no sabía nada de literatura gótica, o gótico en general.
Sí, había leído obras donde aparecían vampiros y fantasmas, pero no conocía la estética.
A poco tiempo de esto, una de mis hermanas me había regalado una muñeca de porcelana en forma de bailarina de ballet clásico.
Yo tenía 18 años y había entrado a la universidad. En la residencia compartía espacio con más chicas. La bailarina la puse sobre mi tocador.
Un día, por cuenta de la actividad diaria, le di un golpe sin querer. La muñeca cayó al piso y se le rompieron varias partes, recuerdo las piernas, puede que alguna cosa más. Pude remediarlo con pegamento, pero la muñeca ya no era la misma. Las fracturas visibles, como heridas, seguían dando cuenta del episodio.
Entonces mi imaginación voló, y se apareció el cadáver.
También hice algunos retoques estéticos que causaron espantada general entre mis compañeras, pero luego empezaron a conocerme y se dieron cuenta de que no era para tanto, que simplemente era poeta y escritora.
Yo no tengo musas. Simplemente, voy capturando eventos insignificantes a los ojos de otras personas, que, sin embargo, despiertan una suerte de imaginería mágica que traduzco en palabras.
La bailarina fue el comienzo. Luego aparecieron súcubos e íncubos, y pastiches de Shakespeare con sus propios personajes, remezclados y reinterpretados desde lo gótico, sin saberlo. También ensoñaciones turbias y lecturas eróticas sobre el propio acto de leer, liminal y sacrificial, homenajes a Anne Rice y fantasías sobre sirenas zombis.
Para la primera edición me encontré con estas maravillosas fotos que de una forma sorprendente retrataban mi experiencia poética. Contacté con la fotógrafa, Mar-Boy Schmidt, que amablemente me las cedió.
Durante la pandemia, un buen amigo se animó a reeditar y traducir mi poemario para su recién nacida editorial, y a propósito de ello añadí otra vuelta de tuerca a los episodios de la bailarina que regresa de la muerte, donde se manifestaron antiguos rituales de meditación budista, combinados con otros de contemplación y captación artística del antiguo Japón.
Ese fue mi experimento y quería compartirlo contigo.
A continuación, te dejo el poema «Irrupción y profanación del Kusōzu», íntegro, del material nuevo que incluí en la reedición, aunque la historia de bailarina se extiende a otros poemas que puedes leer en el poemario.
Sigo experimentando.
Alguna vez intenté dejarlo, pero volví rápidamente. Una vez te inicias no hay vuelta atrás.
Irrupción y profanación del Kusōzu
Yo quería que bailaras para mí, pero pronto fui degustando los placeres de tu inercia ya no había lágrimas, ni dolor, ni resistencias. Pronto me acostumbré a la pérdida de la temperatura de tu piel, porcelana lisa y helada. Así descubrí que la desnudez no es cuando te quitas la ropa si no cuando ya no quedan barreras y finalmente estamos unidos, bailarina.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a La crónica espectral para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.