A modo de prólogo: los papeles de Emily Dickinson
Es sabido por el mundo que, a la muerte de Emily Dickinson, su hermana Lavinia descubrió un baúl con cientos de poemas que nunca vieron la luz hasta ese momento, y que conforman su patrimonio poético, heredado a la humanidad. Ella, demasiado adelantada a su época, guardo su producción por la imposibilidad de encontrar un foro y con un fin puede que tan misterioso como su propia reclusión en vida.
Mi caso no es tan extremo (ni tan abundante), pero me encontré con una cantidad considerable de producción (poética y narrativa) que iba surgiendo en mis largos recorridos por el metro de Madrid. He tenido unos años un tanto frenéticos y las piezas se quedaron a vivir durante una temporada larga en pequeños cuadernos de toda suerte de estilos que iba acumulando en la mesita de noche o en lugares diversos de mi hogar.
Vueltas de la vida, en este momento se alinearon los astros para disponer del tiempo necesario para leer esos papeles y ponerlos en orden. De ahí, en parte, surge Antro del hueso, una colección diversa que abarca unos diez años o algo más.
Si habéis leído mi anterior poemario Cádaver de bailarina Corpse Ballerina encontraréis familiaridad en la temática y la sensibilidad. De no ser así te invito a conocerla.
El viaje por Antro del hueso se divide en cuatro fases:
1. 30 de mayo de 1827
2. Fronteras permeables
3. Altares portátiles y
4. Memento mori
Si te quedas a realizar el viaje conmigo (que espero que así sea) puedes dejarme tus impresiones y críticas en los comentarios.
Estaré encantada de leerlas.
Desde la tinta y desde el hueso,
Rosalina
Antro del hueso
Costurero victoriano
Como no es para menos
pones una aguja aquí,
otro punto allá
y tejes
los dedos blancos quedan atados
en una bonita trenza.
El hilo no era rojo,
tampoco hizo falta.
Un poema para San Valentín
Fue al atardecer
con la marea alta
un mensaje embotellado
(sin nombre empecé a buscarte
sin cualidades a quererte
eso que llaman amor ciego
y estaba cerca San Valentín).
Bastaba un beso.
No se trataba de amor, sino de cumplir órdenes
(soy un soldado)
estaba dormida:
quién sabe qué suerte de hierbas
palabras mágicas
sangre de animales
conjugaron aquello,
razones…
debía despertarla.
San Valentín pasó
(encerrado en una húmeda celda
fríos los huesos.
Yo no tengo papel, ni tinta
ni mensajero, ni destinatario
¡un nombre!
pero la luna
que me vio recoger la botella
lo sabe).
¿Cuántos años han pasado?
Ni mis barbas lo adivinan
pero llegué.
Dijeron los lugareños
que la princesa continuaba su sueño
en otra localización,
que la espera
pesaba demasiado en el reino
y que necesitaban los aposentos para una princesa despierta
y un príncipe que llegara a tiempo.
Arrastré mis lanzas
hasta la iglesia del páramo
y allí
en la ladera que da al mar
mi durmiente reposaba
unos cuantos metros bajo la tierra.
Decían que su blanca piel
no debía ver el sol
que sus cabellos dorados se desvanecerían.
Empecé a escribir, orando para que los maleficios
tuvieran fecha de expiración:
solo se trataba de un beso
a mi bella durmiente.
La entregaron a la tierra
sin una caja que la mereciera
en las mortajas humildes
del más simple villano,
entre la tierra negra
asomaban sus uñas largas
que no habían parado de crecer
todo este tiempo.
Su cabello se deshacía en madejas y madejas infinitas,
respondió a mi beso
y abrió sus ojos vidriosos y putrefactos
que con mirada perdida y desencajada
aceptaban una luz que ya no reconocían.
Estos poemas pertenecen a la fase 30 de mayo de 1827.
Eso es todo por esta semana.
La crónica espectral es una publicación sustentada por una comunidad lectora. Si disfrutas de lo que escribo puedes considerar suscribirte:
Realmente eres buena, Rose... Creételo porque nadie puede decir lo contrario 🖤