7. El síndrome de Laura Palmer

y un adelanto de mi nuevo libro, La entropía de la muerte.

Este cuento no estaba en los planes del boletín, pero David se fue y decidí que sería mi pequeño tributo. Es fan fiction, a fin de cuentas. ¡Hasta siempre David Lynch!

El día que regresó hacía un calor plomizo. El sol se ocultaba, pero sus llamas seguro persistirían por la noche. Levanté un poco la persiana y abrí la ventana con la esperanza de que entrara algo de aire y en eso me la encontré. Cuando la dejó el taxi, miraba por la ventana hacia ningún lugar y al salir sus ojos se encontraron con los míos, brevemente. Ella retiró la mirada, pero yo no pude dejar de observarla. Pretendí dudar, para dar una segunda oportunidad a mi cerebro que nunca lo hizo. Desde el primer momento supe que era ella. Traía solo una maleta. ¿Quién se muda solo con una maleta?

La seguí con la mirada. Entró a la casa de enfrente. Subió las escaleras y se encerró sin darse la vuelta. Hacía mucho que estaba cerrada y no había visto movimiento recientemente, pero a saber. No sabría de ella hasta el otoño. Esa noche no pude dormir, entre el calor y la visión de la chica estuve toda la noche leyendo periódicos antiguos y dando vueltas por la casa.

Todos creyeron que era la chica nueva del vecindario, pero yo supe desde primera hora que solo había regresado. ¿Cuántos más vendrán?, pensé.

Fotografía de Sanne Sannes.