La crónica espectral

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5. La mujer del vampiro
The Vaults

5. La mujer del vampiro

Un cuento de hadas, como los de antes.

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Rosalina Martínez González
dic 18, 2024
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5. La mujer del vampiro
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Para despedir el año os dejo con este cuento de hadas gótico.

¡Disfrutad! ¡Felices fiestas!


La mujer del vampiro no sangra, ni envejece, pero tampoco necesita sangre para vivir.

No huye del sol durante el día.

La veíamos comprar en el mercado de frutas y verduras, que se llevaba a esa vieja casona abandonada. Allí solo vive ella, eso dicen. La verdad es que nadie que conozca ha subido a esas ruinas, así que nos imaginamos cantidad de cosas. La de que es una dama que pasea desnuda con su cabello suelto bajo la luna, porque no le afecta el frío. La de que es la bruja repugnante de las pesadillas de los críos, y también, la de que son diferentes personas, que se sustituyen como pieles de serpientes, a través de un hechizo, para que todos en el pueblo veamos que es la misma mujer joven y lozana, la que siempre va a comprar los días de mercado, a través del tiempo. Todos la hemos deseado de alguna manera. Tocar su melena larga, sedosa y brillante, oscura como la noche o como el fondo del mar, y su piel blanca como la luna o como el mármol. Creo que debe ser fría; no debe afectarle el frío en el lugar que vive. La casona está al borde del acantilado y el salitre la golpea, más cuando hay tormentas.

“Nos olvidamos del juego, de la vieja casona en ruinas y de la mujer del vampiro”. Foto: Khusen Rustamov

La llevo viendo desde que era un niño. El reto máximo de todos los juegos de los niños del pueblo era subir a las ruinas del castillo y visitar la casona de la mujer del vampiro, daba igual si era de día, ya era suficiente con subir. Así le llamábamos, pero la verdad es que nunca nos habíamos topado con el dichoso vampiro. Nadie. Nunca hemos tenido muertes raras, o incomprensibles. En esta vieja villa marinera todos se mueren de viejos. Después, cuando fuimos creciendo, pensamos que la mujer estaba loca y le fuimos restando importancia al asunto. Salimos rumbo a la ciudad, unos a trabajar, otros a estudiar. Nos olvidamos del juego, de la vieja casona en ruinas y de la mujer del vampiro. Hasta que un día volví y la vi nuevamente con su cesta en el mercado, quizás más bella que como la recordaba cuando era niño. Tomaba unas manzanas rojas y me dirigió una mirada abierta y coqueta. Entonces me acerqué a ella, haciendo lo que todos deseábamos, aunque el temor nos lo impedía, el sueño que teníamos de niño, pero de adultos también.

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